Café amargo.


   Después de tantas horas mirando fijamente el humo del café y pensando sobre nada, decidió beberse su vida en un cálido trago. El sabor amargo inundó su garganta hasta desaparecer dejando dulce el paladar.


   Siempre había oído decir que olvidar era difícil, más aún una vida entera. Pero él lo había conseguido, o al menos eso creía. Había olvidado lo amargo, lo que le producía dolor, dejando solo los suspiros de los recuerdos bonitos y alegres; los únicos que merecían ser recordados.



   'Ojala fuese tan fácil olvidar como beber café.' se decía a sí mismo. 'El café de la taza desaparece y nunca vuelve. Sin embargo los recuerdos siempre acaban volviendo. El café quema, los recuerdos hacen daño, el café desaparece, los recuerdos no.'