Jamás había visto nada parecido.

   Se sentía sola. Apretó sus piernas con sus brazos, acurrucándose. A pesar de tener ocho años, siempre le habían encantado las tormentas, pero esta provocaba ruidos atronadores que le asustaban. Lentamente se levantó de la cama, con su pequeño vestidito blanco para dormir y sus pies descalzos. Se acercó a la ventana y subió la persiana. Un haz de luz cegó sus ojos por unos instantes, hasta que pudo ver, asombrosa, lo que tenía frente a sus ojos. 

   El cielo estaba llorando rayos. Rayos violentos, finos y rápidos. Cuchillas resplandecientes. Ruidos atronadores. Los cientos de rayos que inundaban el cielo provocaban destelladas de luz. Blanco. Rosa. Azul. Jamás había visto nada parecido. El cielo, completamente cerrado por las nubes negras, rugía ferozmente. Finos rayos lo rajaban, dibujando líneas de colores. Cientos, miles. No había estrellas, ni luna. Solo haces de luz. Los rayos que aparecían, no se desvanecían, sino que permanecían en el cielo resplandecientes. Para Arya, el cielo se encontraba por primera vez hermoso.

Una tarde de verano.





"Desearía no haberme enamorado de ti''dijo mientras las lágrimas mojaban sus mejillas.

Su mundo se desmoronó.