Camina por el desván de los recuerdos, recoge el polvo de las desilusiones y coloca los cajones llenos de nombres de esos chicos. No olvides matar a las ratas que estropean tu desván, porque ese desván es solo tuyo, está en tus entrañas, te pertenece.
Decóralo con olores y sensaciones nuevas, colecciona fotos y pégalas en el techo. Coge esos besos, abrazos y miradas y déjalos en la cama.
No olvides de cerrar el desván con llave, solo tú puedes entrar y recordar.
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