Nieve y sangre.

     La nieve se dejaba caer por todos los rincones del bosque. Cubrió todo lo que se llevaba a su paso con su manto blanco. El silencio parecía gobernarlo todo, hasta que el ruido de unos pasos que rompían la sábana blanca de nieve, acabó con este silencio. Una joven de cabello rizado y castaño, corría angustiada. Su ancho abrigo rojo la abrazaba y la protegía del frío. Su rápida respiración provocaba bocanadas de vaho blanco que se elevaban hasta desaparecer.
    Los copos de nieve observaron cómo la chica caía al suelo, agotada. Unas pequeñas manchas de sangre contrastaban con el blanco esplendor de la nieve cuajada. El paisaje mostraba una imagen perfecta. La tez y las manos blancas de la preciosa chica se confundían con el suelo, mientras que sus rojos labios y su abrigo, llamaban la atención notoriamente, como una flor roja que conseguía elevarse entre la nieve para destacar su belleza natural.

     Poco a poco, un manto blanco empezó a cubrir a la hermosa joven, abrazándola.

    

 El silencio volvió a gobernar el paisaje.


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